Las
sabidurías de la ebriedad atraviesan una buena parte de la cultura mediterránea
y europea. La Grecia antigua y los cultos dionisiacos y mistéricos, la llamada
manía platónica, la ebriedad sufí o los divinos furores del pensamiento
renacentista son buen botón de muestra. Todas estas sabidurías de la ebriedad
encuentran su quicio en el sesgo iniciático de esa ebriedad. Todas ellas se
ordenan desde una determinada expansión del alma que abre la misma a planos de
vida y de plenitud existencial que transcienden lo convencional y ordinariamente
humano. Todas encontrarán su quicio en la copertenencia de contrarios
–coincidentia opositorum-, en la toma de conciencia de la unidad de todo lo
real y en cierta pervivencia de lo humano más allá de su propia particularidad.
Estas tradiciones sapienciales entenderán la ebriedad como algo que transciende
lo meramente extático de tal modo que sus bendiciones abrazaran no solo
determinados estados sino la más estricta cotidianidad y la totalidad de lo
humano. Advirtamos que, así considerada, la ebriedad vendría a entenderse como
una expansión de la conciencia que ampararía un conocimiento más profundo de lo
real.
No
toda modificación o alteración de la conciencia tendría este sesgo
estrictamente iniciático. De hecho varias tragedias griegas nos advierten contundentemente
de los peligros de las modificaciones de la conciencia al margen de las
bendiciones de los dioses. El propio Platón vinculará las bendiciones que
procura la ebriedad a la inspiración divina. La ebriedad tendrá pues sus
formalidades, sus protocolos, sus abluciones y, sobre todo, necesitará gozar de
esa inspiración divina que dinamice la expansión del alma. Como matiz para
entender a Platón es importante tomar nota que lo divino en la tradición
sapiencial griega girará en torno a las cuestiones del Uno y el Todo, a la
unidad del mundo y de todo lo real y a la toma de conciencia de todo ello.
Junto a una perspectiva puramente ontológica esta
perspectiva del Uno y el Todo, en realidad, daría cuenta de ciertas potencias de lo humano. De ahí que quepa considerar una referencia
universal que atendería a estas potencias espirituales del hombre y que se expresaría
a través de determinadas sabidurías en las diversas culturas. Las mismas apuntarían a una análoga referencia de plenitud espiritual
y de vida aunque desde perspectivas y lenguajes diferentes.
Si
nos atenemos al uso contemporáneo de sustancias visionarias esta dimensión iniciática de la
ebriedad, de un modo muy análogo al expuesto y más allá de toda polémica, ha
sido puesta de manifiesto por autores como Ernst Jünger o Aldous Huxley. El
propio Hofmann, como buen jungueriano, era completamente deudor de la misma. La
generación beat y la contracultura de los sesenta intuyeron en ese sesgo
iniciático la capacidad para sublimar la conciencia y superar las contradicciones
y las dinámicas de control y explotación de las sociedades contemporáneas…
Podríamos citar más nombres, el del propio Shulgin sin ir más lejos…
Con
todo, lo indicado, no es lo único relevante respecto al uso contemporáneo de
sustancias. Al tiempo que podemos constatar determinadas intuiciones no es
menos cierto que el Occidente actual está muy alejado de esas tradiciones
occidentales de la ebriedad –y de las tradiciones de la ebriedad en general-
con lo que queda abierto un campo abonado para todo tipo de parodias,
tenderetes y distorsiones. El ejemplo más evidente es la frivolización
de esa dimensión iniciática por la propia cultura de los sesenta y por la
lisergia más delirante. La new age en sus demencias y sus distorsiones -pero
también en sus expresiones más elaboradas- sería el modo de “espiritualidad de
mercado” característico de un panorama así. No voy a dedicar esta entrada al confuso
mundo de la new age; entre otras cosas por haber tratado ya esta cuestión. Más
bien mi intención es indicar algún género de orientación y mediación teórica a
partir de la cual afinar el propio discernimiento y poder navegar en estas aguas
confusas tan dadas a vender gato por liebre. Conviene no olvidar que a la
cultura dominante se le hace completamente ajena, incluso, la mera delimitación
y reconocimiento de esa modificación de conciencia y, en esa medida, de sus
valores y potencialidades. En este sentido orientarse respecto de ciertos temas
requiere un determinado esfuerzo teórico y un firme compromiso personal. No nos
valdrán las correcciones políticas al uso ni los consensos más evidentes…
Antes
apelaba a una referencia universal a lo humano que atenderá a las potencias
espirituales del hombre y que en las diversas culturas vendría a quedar
indicada a través de diferentes sabidurías de carácter espiritual. Estas
sabidurías apuntarían a una análoga referencia de creatividad, libertad y
plenitud de vida -de ahí la pertinencia de la expresión espiritual- aunque
desde perspectivas y lenguajes diferentes. Efectivamente, podemos encontrar una
esfera de convergencia entre esas sabidurías iniciáticas. Esta se nos brindaría
no tanto en unos lenguajes similares –aunque muchas veces los paralelismos
serán evidentes- sino en la operatividad y la praxis de esos saberes. Si
atendemos a todo lo dicho estos saberes vendrían a configurarse como cartogramas
de las potencias espirituales del hombre y, al tiempo, como rastros tendidos al
misterio de la vida y la plenitud de todo lo real. Apelar a las tradiciones
iniciáticas de la ebriedad es una buena cosa pero dado el panorama de confusión
existente acaso convenga poner en valor los esfuerzos teóricos habidos
tendentes a clarificar y refinar el acercamiento a estas cuestiones del
espíritu. Entre los mismos creo importante destacar el de la llamada escuela
perennialista, la cual parte precisamente de esa convergencia entre las
diversas tradiciones espirituales. Acogidas a esa escuela vemos a una
pluralidad de autores (Rene Guenon, Henry Corbin, Julius Evola, Titus
Burckhardt, Ananda K. Coomaraswamy, Marco Pallis…) que investigan o han
investigado las diversas tradiciones espirituales e iniciáticas constatando
esos paralelismos y ordenando teóricamente el acercamiento a las cuestiones del
espíritu. Dentro de esta escuela y en relación al uso iniciático de sustancias cabe destacar el texto de Javier Manzanera "Psicotrópicos y espiritualidad en las culturas tradicionales".
Acaso
la idea de traditio sea la más importante aportada por esta escuela. Traditio
es un palabra latina que significa transmisión. Apelando a esta traditio la
escuela perennialista significará la necesidad de eso mismo, de una transmisión
específica en estas cuestiones, es decir, de contextos específicos, de
protocolos concretos, de saberes, disciplinas y métodos bien establecidos, de
personas capacitadas para abordar y facilitar todas estas cuestiones, de
cadenas de transmisión sapiencial persona a persona... No estaremos en las
cuestiones del espíritu ante la invención de ningún iluminado ni ante un saber meramente
libresco. Esta idea de traditio irá más allá ya que la verdadera traditio o
transmisión no será la del propio contexto o entorno iniciático sino la de la
irrupción del espíritu en la vida del alma; asunto este que terminará
transcendiendo toda formalidad.
No
voy a extenderme en exponer más la sistemática de la escuela perennialista pero
animo al lector interesado a que así lo haga adentrándose en estos autores. Como
introducción y en relación a las áreas de interés tratadas en este blog la obra
de Frithjof Schuon “El sol emplumado –dedicado al chamanismo y a la tradición
lakota- o la obra de Titus Burckhart “Alquimia” son buenas referencias. Las
obra de Rene Guenon “Los estados múltiples del ser” y el “Simbolismo de la
cruz” o sus libros dedicados al Vedanta y a la tradición hindú son también un
adecuada introducción a las cuestiones de la conciencia y sus estados. Personalmente
siempre he guardado cierta distancia con esta escuela –sobre todo con ciertos
seguidores- por las dogmáticas “de baratillo” en las que muchas veces sucumben
las iniciativas humanas. Con todo -y a pesar de
no ser la única referencia de valor- hay que reconocer la brillantez y la
orientación adecuada de muchas de sus obras o autores si es que ponderamos un
acercamiento a las eternas cuestiones del espíritu capaz de dejar de lado la
confusión y el caos existente. No olvidemos que acercarse a cualquier obra o
autor, bien lejos de todo seguidismo y de toda dogmática escolar, lo que supone
es formarse a su encuentro y ser capaz de renovar la propia mirada y la propia
praxis.
5 comentarios:
Saludos y enhorabuena por el blog. Este texto que citas de Javier Manzanera, sabes si puede leerse por internet o conoces alguna manera de acceder al mismo? Es un artículo o un libro? Gracias.
Está en el libro "Cartografías de la experiencia enteogénica" que un libro colectivo
lo podrias conseguir en la librería-web www.muscaria.com
Gracias.
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